El autor de canciones

TANTA VIDA EN CUATRO VERSOS
es el único libro dedicado exclusivamente a la obra de Benavides como autor de canciones.
«Como un jazmín del país», «La flor del bañado», «Cuando cante el gallo azul», 
«Si digo Punta del Diablo»
y muchas otras creaciones fundamentales de nuestra música popular
conforman este cancionero con más de setenta obras que fue, además,
declarado texto por el Consejo de Educación Secundaria.

WASHINGTON BENAVIDES, a través de su trabajo orientado a la canción,
da lugar a una obra que abarca múltiples aspectos o dimensiones de la realidad humana,
en formatos cuya inspiración se puede hallar tanto en la copla popular como en el rock,
en el sobrio lenguaje rural o en un osado expresionismo. No hay que olvidar, además, que el propio autor
ha sabido reconocer el empleo de distintos registros orientados al trabajo de cada músico,
lo que aporta a su obra una particular variedad expresiva.

TANTA VIDA EN CUATRO VERSOS
Una por mí se moría,
yo me muero por usté,
usté se muere por otro…
¡qué mundo tan al revés!
Coplas con sabiduría
que en el camino encontré:
¡tanta vida en cuatro versos!
pa’ mis adentros pensé.
En la puerta de mi casa
tres arbolitos planté:
planté una fe, una esperanza
y un jamás te olvidaré.
Pero también he plantado
porque te sé precavida
un corazón al revés
y una flor que dice: “olvida”.
Coplas como “panaderos”,
como nubes, como aquel
mirlo que cantaba manso
a orillas del Arapey.
Yo soy tararira vieja
que busca lo más profundo:
viveza precisa el hombre
para vivir en el mundo.
Pero también necesita
y la copla no lo dice
una mujer compañera,
una canción cuando triste.
El valor todo lo puede
hay que tenerse confianza
y lo que el valor no pueda
lo ha de poder la esperanza.
Coplas que son como un poncho
en un camino invernal
y al perdido en este mundo
un agua de manantial.
Coplas con sabiduría
que en el camino encontré:
¡tanta vida en cuatro versos!
pa’ mis adentros pensé.

AMATISTAS DE MI TIERRA
Amatistas de mi tierra
violetas en cuajarón
cristalina maravilla
que duerme en el socavón.
Por Catalán o el Tres Cruces
por el Cuaró o Yacaré
por Cururú, El Pintado
por Tamanduá o por Belén
cava, compañero, cava,
que en tu azadón hallarás
las violetas de una aurora
y sobre tu mesa el pan.
Piedras con atardeceres
teñidas de un hondo mar
que el peón artíguense saca
y para Europa se irán.
Amatistas de mi tierra
que un joyero engarzará
para una mujer lejana
para un lejano mirar.
Cava, compañero, cava,
que en tu azadón hallarás
las violetas de una aurora
y el tibio pan.
CREDO DE CIEGO
Creo en tus ojos, presencia mortal,
en tu mirada, caricia rapaz,
en tus ojos, vivas piedras verdes,
grutas donde Circe aguarda
toda magia y esplendor.
En tus ojos llenos de acechanzas
dulces fieras ya dormidas,
siempre luna, nunca sol.
Creo en tu cuerpo, aislada región,
en tu país, legendaria visión.
Pienso en incansables arboledas
sus colinas donde sólo
el horizonte descansó.
De tu cuerpo nace todo sueño
donde un más allá es posible
porque un más acá existió.
Dame la sola ternura de ser
dame en tu mano la vida, mujer.
Mírame y encántame por siempre
maga Circe, magia fiera,
con tu barra de cristal.
Búscame en el pecho el escondido,
lapidado corazón,
el escondido manantial.
GUITARRERO VIEJO
Guitarrero viejo, astroso y borracho,
musiquero alterno de almacén y bar,
donde tu instrumento, cantador y macho,
ha ido a parar.
Sabías aquellas milongas de antaño
de música ingenua y verso trivial
o algún tango triste, de los que hacen daño
al zurdo cordial.
La vieja guitarra, de estropeadas cuerdas,
con cintas que el tiempo cambió de color,
cantaba a la heroica Paysandú, a la guerra
o a un amor-dolor.
He visto en las sombras el vaso de vino
crisparte la mano, no tu diapasón;
escupir la tierra como a tu destino,
como a tu canción.
Y con una pobre mina veterana,
salir dando tumbos, náufragos los dos,
hacia la burlona paz de la mañana,
sin pan y sin dios.
ENDECHAS DE CIUDAD VIEJA
La calle tiene una esquina
que da a una plaza desierta
una estatua blanca y muerta
y en ella una golondrina.
Calle sin gente y sin ruido
de vida fresca y malsana
con toda la malagana
que hace del canto un ladrido.
Fata Morgana
y tu olvido.
La calle de Ciudad Vieja
desemboca en una sala.
Íntima plaza Zabala:
magnolias, pasivos, rejas.
En el mundo mercantil
parece una errata hermosa
como el beso de una moza
sobre una frente senil.
Mala prosa
de un gentil.
Mundo Oliverti que amo
lleno de nostalgia y sueño
destartalado bargueño
sobre un seco y negro ramo.
Y así amargo me despido
porque viene otra jornada
tan pobrecita y tan vana
sobre este pobre aterido
Fata Morgana
y tu olvido.
Alfredo Zitarrosa – Tanta vida en cuatro versos