PALABRA IMPRONUNCIADA recoge la producción poética inédita más temprana de Washington Benavides, incluyendo las colecciones originales a las que pertenecían aquellos textos que formaron parte de los libros El Poeta (1959) y Poesía (1963), que no eran poemarios en sí mismos sino muestras antológicas de su producción, lo que explica el carácter fragmentario de ambos.
La cantidad de inéditos correspondientes a la etapa que abarcamos —se comenta en el prólogo— puede explicarse por el hecho de que el propio poeta decidiera dejarlos atrás no por falta de valor desde un punto de vista creativo, sino debido a un cambio en sus concepciones estéticas que le hiciera tomar distancia de estos textos, que poco tienen que ver con el coloquialismo mucho más próximo al del habla que adoptaría para su creación poética.

 

Como se señala en el prólogo, son múltiples los sentidos que el término “constelar” adquiere en el caso de la obra benavideana, y todos ellos los encontramos en el presente volumen, pero uno se destaca especialmente: el que se aplica al hombre que se asume forjador de una historia en común, y se concibe a sí mismo como integrante de una constelación conformada por todos y cada uno de los seres humanos. Tal vez también como constelación él mismo, que integra en su ser a la entera humanidad.

 

Washington Benavides supo desde su temprana juventud dominar la técnica del soneto. Esta compilación nos permite descubrir a un poeta que logró, a través de su particular empleo del lenguaje poético, despojar a este formato clásico de toda rigidez  para que pueda dialogar con lo cotidiano.

 

En la poesía de Pedro Agudo las palabras saltan el cerco de contención denotativa para ganar terreno en la connotación, expandir sus significados, iluminar nuevas posibilidades expresivas y acceder a una percepción inédita del mundo, que (por ese simple gesto del poeta que lo transfigura con su “conjuro”) no sólo expande sus límites sino que alcanza otra dimensión. Como en el caso de Alicia una vez transpuesta la superficie del espejo. El lector tiene en sus manos una verdadera aventura poética. No se deje engañar por el rigor formal, por la apariencia clásica de su estructura, que poco disimulan la incontenible pasión de quien arde en sus palabras como “viva llama de amor”.

 

De los heterónimos de Benavides, John Filiberto es el más recurrente, pero también el que, desde un punto de vista estético, menos difiere de la poética benavideana.
Podríamos hablar de una tonalidad más irónica (en ocasiones incluso sarcástica) de la que suele permitirse el poeta en los textos publicados con su nombre; es como si Benavides, en la voz de Filiberto, pudiera dar rienda suelta a la confrontación.

 

El título del este volumen halla su inspiración en la colección de poemas chinos La flauta de jade y en el texto La flauta vertebrada, de Maiakovski. La mención, en los tres títulos, al instrumento que transforma el aliento en armonía, nos encamina sutilmente hacia la idea de que, del mismo modo, la poesía, a través del hálito de la palabra, permite, casi alquímicamente, hacer de toda realidad materia prima del arte. Transfigurarla en armonía: plasmarla en poesía.

 

Shelley Fagúndez es el único de los heterónimos de Washington Benavides que quedó sin publicar. A través de su poesía, el veterano poeta nos demuestra que mantuvo siempre intacta su capacidad de transfigurar cualquier fragmento de lo real con la magia de su sensibilidad.

 

Este libro es un homenaje al acto de la escritura y al de la lectura, como todos los libros de Washington Benavides. Y, como todos ellos, una declaración de la poética de su autor. Es en la relación dialéctica que se establece entre Benavides-lector y Benavides-poeta que se desarrolla la propuesta de los poemas que se presentan en el presente volumen, compuesto a partir de inéditos dispersos, en su gran mayoría pertenecientes a la última etapa de su vida.

 

El presente volumen reúne una colección de poemas inéditos juveniles de Washington Benavides y seis poemarios de su autoría editados en nuestra colección Postal de Poesía, entre ellos uno firmado por su heterónimo Xoan Zorro. También se corrigen y amplían brevemente
las colecciones tituladas «Querencia» y «La pluma enlunarada».